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Cómo entré en la industria: historias honestas

Mi primero vez – no por anuncio, no por escuela

Este trabajo no está en libros de profesiones

Nadie dice “quiero ser escort” en reunión de padres. No está en el test de orientación. No levantas la mano en clase. Este camino viene en silencio. A veces por accidente. A veces con lágrimas. A veces porque piensas mucho y dices: sí.

Nosotras recogimos historias. Reales. Sin filtro. Sin glamour.

Sin “príncipe azul”. Sin “cambio de vida”. Solo cómo pasa de verdad. Para que tú ves: no estás sola. Tu historia no es vergüenza. No es error. Solo es tuya.


Historia Uno: “No era sueño – era sobrevivir”

Yo tenía 21. Mi papá murió. Me quedé con mamá, hermano chico, y muchas deudas. Trabajaba en café pero solo alcanza pa’ comida. Después me echaron. En una fiesta, un señor dice que soy bonita. Me ofrece “cena por 400 euros”. No entendí. Pero después sí. Dije sí. No por querer. Pero por miedo. Miedo de decirle a mi mamá: no hay dinero pa’ renta. Desde esa cena — empezó todo.

La gente cree que escort es dinero fácil. Bolsas. Glamour. Pero muchas chicas empiezan con pánico. Con presión. No por placer. Por necesidad. Por vivir.

Y sí, algunos no van gustar. Pero eso es la verdad. Y hay que decirla — aunque sea bajito.


Historia Dos: “Me cansé de ser pobre”

Yo trabajaba en agencia de publicidad. Buena chica. 9 horas al día. 6 días la semana. 37 mil rublos. Sin uñas porque caro. Sin descanso porque trabajo. Sin energía. Un día pensé: ¿por qué vivo como ratón? Soy guapa. Lista. Tengo diploma. Pero vida es esperar y nada mejora.

Sabía que hay chicas que ganan en una cita lo que yo en un mes. Me enojaba. Luego me dio curiosidad. Leí. Busqué. Vi cosas. Y luego — me lancé. La primera vez fue fea. La segunda — menos fea. Un mes después supe: no quiero volver a “trabajo normal”.

No siempre es pobreza. A veces es solo cansancio. De oficina. De frases tipo “aguanta, luego mejora”. Pero nunca mejora. Te mueres lento en tu silla. Entonces solo quieres: vivir. No existir. No sobrevivir. Vivir bonito.


Historia Tres: “Tenía curiosidad nomás”

Tenía 19. Estudiante. En residencia. Mi amiga me dijo que ve hombres por dinero. Sin trauma. Sin drama. Yo reí. Pero después pregunté. Tenía curiosidad: ¿cómo se siente ser deseada y que te pagan por eso?

No tenía urgencia. Solo quería saber. Primer hombre tenía 38. Educado. Poco aburrido. Cenamos. Me pagó. Volví a casa y pensé: no fue feo. No fue sucio. Solo… raro. Así empezó. No lo hago mucho. Pero si quiero — puedo. Y eso me encanta. Porque no soy víctima. Soy jefa de mi juego.

Sí, también hay historias sin dolor. Solo curiosidad. Querer probar. Testear si belleza es poder. Y eso no es pecado. Es humano.

Lo malo no es probar. Lo malo es no saber por qué. Pero si vas con cabeza fría, puedes estar cuanto quieras. Y salir — cuando tú decides.


Historia Cuatro: “Él me llevó ahí”

Mi primer cliente fue… mi pareja. Sí. Estuvimos un año. Hablaba de su trabajo, de gente. Un día dijo: “conozco chicas que hacen escort”. Luego en la cama me dijo: “¿y si tú pruebas?” Pensé que era broma. Pero era en serio. Me presentó a una agente. Me enojé. Pensé: ¿él me empuja ahí? Pero luego pensé: tal vez él ve en mí algo que yo no veo.

Esa historia es de emociones raras. No eres tú quien empieza. Otro te abre la puerta. No sabes si entrar o cerrar fuerte. Pero a veces eso es lo que necesitas. Para ver si tú puedes vivir en otro mundo — y sentirte bien ahí.


Historia Cinco: “Me perdí — y me encontré”

Después del divorcio — todo fue negro. Sin trabajo. Depresión. No sabía quién era. Luego los hombres empezaron mirar mis fotos. Me hablaban. Algunos ofrecían “cita con condiciones”. Al principio pensé: estoy cayendo bajo. Pero luego vi: estoy tomando control. Cada cliente me recordó: soy deseada, interesante, valiosa.

El escort para mí no era sexo. Era volver a mí. No sé si estaré mucho. Pero ahora — me siento fuerte. Y eso vale oro.


¿Por qué contamos esto?

Para que tú pares de pensar: estás sola. Que tu historia es vergüenza. Que otras empezaron “lindo” y tú “por necesidad”. Y entonces tú no mereces amor. Libertad. Éxito. No.

No hay caminos correctos. Solo hay honestidad contigo. ¿Quieres estar aquí? Quédate. ¿No quieres? Vete. ¿Quieres probar? Prueba. Pero con cabeza. No porque “todas lo hacen”. Sino porque tú lo elegiste.


¿Qué tienen todas estas historias?

En todas — había dolor o hambre de cambio
En todas — el momento de estar en la puerta, sin saber qué hay
En todas — la sensación: “ya no quiero ser chiquita”

Esto no es romper. Es crecer. Renacer. Tomar otro rol. Que puedes jugar cuanto tú quieras — si no te pierdes a ti misma.


¿Y tú? ¿Cuál será tu historia?

No escribimos pa’ show. Escribimos pa’ que sepas: si entraste con llanto, con deudas, con rabia — no estás rota. Estás valiente. Elegiste camino que no todas se atreven.

Y si necesitas — aquí estamos. Con palabra. Con corazón. De verdad. Porque todas empezamos en algún punto. Ahora solo — seguimos. Con fuerza. Con valor. Con historia.